¿Había leído Darwin la obra de José de Acosta?
La llegada de los españoles a América constituye un acontecimiento histórico de gran relevancia política y militar. Pero, con mucha frecuencia, se olvida lo importante que es el aspecto cultural. En México se estableció la Universidad en 1551 y la primera imprenta en 1536.A lo largo del siglo XVI se abrieron once imprentas más y a partir de entonces se imprimieron cientos de textos. Por ejemplo, entre 1536 y 1821 se imprimieron en México 708 tratados de medicina.
El Gobierno de Felipe II invirtió cuantiosos recursos materiales y humanos para el desarrollo cultural en la Nueva España, incluyendo la realización de expediciones científicas que dieron lugar a importantes descubrimientos y aplicaciones de los recursos naturales americanos en Europa. La Expedición del Dr. Hernández (1570-1577) sirvió para describir y utilizar en Europa las variedades de plantas americanas. Tanto la obra de Gonzalo Fernández de Oviedo, cronista ya con Carlos I, como la de José de Acosta contienen descripciones muy extensas y detalladas de la naturaleza en América.
José de Acosta (Medina del Campo, 1540-Salamanca, 1600), jesuita, viajó por América a partir de 1571 y regresó a España publicando su Historia Natural y Moral de las Indias en 1590 en Sevilla. En ella hace una descripción de la naturaleza y de los modos de vida que encontró en América. La obra se tradujo al inglés en 1604.
La obra del hoy idolatrado Humboldt tiene precedentes en las de los jesuitas del siglo XVI, y entre ellos, en José de Acosta. En particular, la denominada Corriente de Humboldt podría bien denominarse Corriente de Acosta.
Entonces, si Humboldt había leído a Acosta y Darwin tenía una gran admiración por Humboldt y había leído su obra, es casi seguro que Darwin habría leído a Acosta y habría visto párrafos interesantes en su obra en relación con la formación de especies nuevas.
Siempre nos ha llamado la atención esa manera que tiene Darwin de comenzar El Origen de las Especies refiriéndose a sus observaciones del viaje en América. Recordemos tan inquietante comienzo:
When on board H.M.S. Beagle, as naturalist, I was much struck with certain facts in the distribution of the organic beings inhabiting South America, and in the geological relations of the present to the past inhabitants of that continent. These facts, as will be seen in the latter chapters of this volume, seemed to throw some light on the origin of species—that mystery of mysteries, as it has been called by one of our greatest philosophers.
Cuando estaba como naturalista a bordo del Beagle, buque de la marina real, me impresionaron mucho ciertos hechos que se presentan en la distribución geográfica de los seres orgánicos que viven en América del Sur y en las relaciones geológicas entre los habitantes actuales y los pasados de aquel continente. Estos hechos, como se verá en los últimos capítulos de este libro, parecían dar alguna luz sobre el origen de las especies, este misterio de los misterios, como lo ha llamado uno de nuestros mayores filósofos.
Ciertamente, a lo largo de El Origen de las Especies vuelve a mencionar algunos aspectos puntuales de la naturaleza en América, pero lo hace de manera parcial, inconexa, desordenada, y a veces, según su costumbre, diciendo que ya se extenderá sobre el asunto en una próxima ocasión. Pongan atención, por ejemplo, a esta referencia que hace a los pinzones de las Islas Galápagos, en donde se refiere a ellos como “pájaros”, sin siquiera mencionar su género o especie:
Many years ago, when comparing, and seeing others compare, the birds from the closely neighbouring islands of the Galapagos Archipelago, one with another, and with those from the American mainland, I was much struck how entirely vague and arbitrary is the distinction between species and varieties.
Hace muchos años, comparando y viendo comparar a otros las aves de las islas -muy próximas entre sí- del Archipiélago de los Galápagos, unas con otras y con las del continente americano, quedé muy sorprendido de lo completamente arbitraria y vaga que es la distinción entre especies y variedades.
Pues bien, fíjense bien que ahí dice comparing, and seeing others compare, admitiendo que el trabajo de otros es importante. Pero a quién se referiría con seeing others? ¿Quiénes eran esos otros cuyo nombre no llega a tener el mérito suficiente como para una cita adecuada? Probablemente uno de ellos era el propio capitán Fitzroy, que en el viaje del Beagle coleccionó los pinzones de las Islas Galápagos de forma más ordenada que su ayudante. El estudio de los pinzones de Galápagos lo realizó el ornitólogo del Museo Británico John Gould, mediante la colección del Capitán Fitzroy.
Hoy sólo desearemos muy buena suerte a quien decida investigar asunto tan delicado y vamos a dedicarnos a otros dos temas. Primero: si Darwin dice que la distinción entre especies y variedades es arbitraria y vaga como acabamos de ver en este párrafo del capítulo II de su obra, entonces no entendemos bien a qué se refiere, cuando en el capítulo XIII vuelve a tratar de los “pájaros” de las Islas Galápagos y dice:
I will give a few illustrations of the foregoing remarks: in the Galapagos Islands there are twenty-six land birds; of these twenty-one (or perhaps twenty-three) are peculiar; whereas of the eleven marine birds only two are peculiar; and it is obvious that marine birds could arrive at these islands much more easily and frequently than land-birds.
Daré algunos ejemplos de las observaciones precedentes. En las islas de los Galápagos hay 26 aves terrestres; de éstas, 21 -o quizá 23- son peculiares, mientras que de 11 aves marinas sólo lo son 2, y es evidente que las aves marinas pudieron llegar a estas últimas islas con mucha mayor facilidad y frecuencia que las terrestres.
¿De qué habla ahí cuando dice 26 aves terrestres? ¿Trata, como se ha sugerido, de gorriones? ¿Está hablando de especies? ¿De variedades? ¿Ha visto ya la luz y ahora es capaz de distinguir entre especies y variedades? Pero si así fuese, entonces ¿Por qué no lo indica?
La primera conclusión es, como siempre con esta obra, la ambigüedad, la falta de precisión que la domina íntegramente. Pero como esto ya lo tenemos de sobra conocido y analizado, vayamos con el segundo aspecto, que hoy nos interesa más y que es si Darwin habría leído o no a José Acosta. En la obra del medinense leemos:
Mayor dificultad hace averiguar qué principio tuvieron diversos animales que se hallan en Indias y no se hallan en el mundo de acá. Porque si allá los produjo el Criador, no hay para qué recurrir al arca de Noé, ni aun hubiera para qué salvar entonces todas las especies de aves y animales si habían de criarse después de nuevo; ni tampoco parece que con la creación de los seis días dejara Dios el mundo acabado y perfecto, si restaban nuevas especies de animales por formar, mayormente animales perfectos, y de no menor excelencia que esos otros conocidos.
Con lo cual queda claro que, para José de Acosta, escribiendo en el reinado de Felipe II, bien puede haber transformaciones entre las especies de animales, y sí, se refiere puntualmente a “especies”. Porque, como Acosta sabía en el siglo XVI, y Darwin no sabía (en el siglo XIX), para ver si puede haber transformaciones entre unas y otras especies, primero es necesario admitir el concepto de especie y este es un paso importante que Darwin no está dispuesto a dar, puesto que iría en contra de su primero y único principio: la contradicción, la falta de toda claridad y precisión.
¿Habría leído Darwin a Acosta? Seguramente. ¿Por qué no lo citó ni en el texto, ni luego en el Historical Sketch? En primer lugar, porque no tenía costumbre de citar a los autores que se habían ocupado de la variedad en la naturaleza de una manera ordenada. En las primeras ediciones de su obra las citas están tan desordenadas que es a partir de la tercera edición de El Origen de las Especies cuando se vio obligado a hacerlo. A tal fin incluye en sus primeras páginas ese maremágnum de confusión que denomina Historical Sketch, en donde, advertido probablemente por Lyell, de que no podía presentar al público una obra cuyos precursores no estaban debidamente mencionados, pretende remediar este error con un recuento apresurado de treinta y siete autores, a los cuales divide arbitrariamente en dos grupos: los que creen y los que no creen en la transformación de las especies. Aprovecha asimismo en este sketch para intentar quedar por encima de aquellos autores de los que habría copiado como Lamarck, Owen, Blyth, Matthew y, más aún, todavía deja sin citar a alguno de los que es casi seguro que habría tomado importantes ideas para su obra como Pierre Trémaux, el propio Fitzroy y según ahora vemos, Acosta. Ante este panorama. ¿Puede extrañarnos que Darwin no citase a Acosta? No. En absoluto. ¿Por qué no lo citó? En primer lugar porque no tenía costumbre de reconocer adecuadamente la obra de sus precursores, pero es que en el caso de Acosta hay, además otro motivo: Acosta era un religioso español. Representaba a la España católica y El Origen de las Especies es un alegato contra la idea de diseño y contra toda religión.
Agradecimientos: Dedicado a la profesora Ana María Carabias Torres que me ayudó a descubrir la importancia de la Historia y en particular, la de acudir siempre a los textos originales.
Referencias
De Acosta, José. Historia Natural y Moral de las Indias.
Darwin, Ch. El Origen de las Especies por medio de la Selección Natural o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida. Sexta Edición.