Al final del capítulo I de su libro The natural philosophy of plant form publicado en Cambridge en 1950 y titulado The meaning and content of plant morphology (significado y contenido de la morfología vegetal), Agnes Arber nos explica dos razones por las que en morfología vegetal conviene regresar siempre al estudio de los textos antiguos. La primera razón es que la morfología no siempre necesita medios muy sofisticados, ya que se pueden hacer estudios a partir de observaciones relativamente sencillas y con poco equipamiento.  La segunda razón es muy interesante y la vamos a ver enseguida.

En su libro nos lo explica Arber de este modo:

Originality is so rare in the human mind, that we need to harvest it to the last gleanings. In plant morphology, the case for a return to the renewed study of the pioneers is particularly strong. For this there are two reasons, arising out of the nature of the subject itself. One of these reasons is that morphological research, though it can make full use of the utmost refinements of technique, is yet not debarred from proceeding vigorously without any such aids; for even when naked-eye observation was the only channel through which information could be gathered, sound conclusions were reached by those gifted with the seeing eye, bodily and mental. The earlier workers were thus at less disadvantage in the study of plant form than in other botanical fields. The second reason accentuating the value, even today, of long-ago work in morphology, is that, being free from any fixed scherne of evolutionary pre-conceptions, the writers of the past were at liberty to concentrate on form in itself. This single-mindedness enabled them to go far, since it meant that their thought was not inhibited by doctrinaire attempts to force it to fit hypothetical history. The whole attitude of many post-Darwinian botanists, on the other hand, has been distorted, through trying to compel the study of form to subserve phylogenetic ends. The work of the Greeks shows us how far morphology was capable of advancing in the absence of modern technique, and without the rigid mental framework imposed by evolutionary theory. It is, indeed, difficult to imagine how any biologist, even with today’s masse heritage of factual detail at his command, could better the broadly holistic view of the general nature of morphological thought set forth by Aristotle. He pointed out that, when any part or structure is under consideration, » it must not be supposed that it is its material composition, to which attention is being directed…but the relation of each part to the total form. Similartly, the true object of architecture is not bricks, mortar or timber, but the house; and so the principal object of naturla philosophy is not the material elements, but the composite thing, and the totality of the form, independently of which these elements have no existence”. [1]

 



[1] Ogle, W. 1912. Vol V. De part. Anim. 1. 5. 645ª (Oxford trans.). Slightly modified after comparison with Peck A.L. (1937).

 

Que, traducido al español viene a ser:

 

La originalidad es tan rara en la mente humana, que necesitamos cosechar de ella hasta las últimas espigas. En la morfología vegetal, la necesidad de volver al estudio renovado de los pioneros es particularmente fuerte. Para ello hay dos razones, que derivan de la naturaleza del tema en sí. La primera es que la investigación morfológica, aunque puede hacer pleno uso de los máximos refinamientos de la técnica, todavía no está excluida de proceder vigorosamente sin tales ayudas; pues incluso cuando la observación a ojo desnudo era el único canal a través del cual se podía recopilar información, aquellos dotados con el ojo vidente, tanto corporal como mental, llegaban a conclusiones sólidas. Así, los primeros trabajadores se encontraban en menor desventaja en el estudio de la forma de las plantas que en otros campos botánicos. La segunda razón que acentúa el valor, aún hoy, del trabajo morfológico desde hace mucho tiempo, es que, al estar libres de cualquier esquema fijo de pre-concepciones evolutivas, los escritores del pasado tenían la libertad de concentrarse en la forma en sí misma. Esta determinación les permitió llegar lejos, ya que significaba que su pensamiento no estaba inhibido por los intentos doctrinarios de forzarlo a encajar en la historia hipotética. La actitud de muchos botánicos post-Darwinianos, por otro lado, ha sido distorsionada, al obligar al estudio de la forma a servir a los fines filogenéticos. El trabajo de los griegos nos muestra hasta dónde fue capaz de avanzar la morfología en ausencia de la técnica moderna, y sin el rígido marco mental impuesto por la teoría evolutiva. Es, de hecho, difícil imaginar cómo cualquier biólogo, incluso con el masivo patrimonio actual de detalles fácticos a sus órdenes, podría mejorar la visión ampliamente holística de la naturaleza general del pensamiento morfológico establecido por Aristóteles, quien señaló que, cuando se trata de cualquier parte o estructura, «no se debe suponer que se trata de su composición material, a la que se está prestando atención… sino de la relación de cada parte con la forma total». Del mismo modo, el verdadero objeto de la arquitectura no es el ladrillo, el mortero o la madera, sino la casa; y así el objeto principal de la filosofía natural no son los elementos materiales, sino lo compuesto, y la totalidad de la forma, independientemente de que estos elementos no existan».

 

 

 

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