Para mi, aunque parezca paradójico, la figura de Lamarck es la de un triunfador. Un triunfador, no en la posteridad, como profetizaba su amante hija, sino que alcanzó la meta perseguida durante su propia existencia.

Otros hombres, más dúctiles y adaptables, menos opuestos a los errores y prejuicios de su época, más propensos a ceder y contemporizar, suelen alcanzar la riqueza y sienten sus hombros encorvarse bajo el peso de los honores recibidos.

 

A esos son a los que comúnmente se considera triunfadores. Y, sin embargo, cuántos de ellos en la soledad de su gabinete de trabajo o en el silencio callado de su alcoba, pensarán entristecidos en todos los retorcimientos de su inteligencia que han tenido necesidad de hacer para llegar a escalar la cúspide en que se encuentran. Y mientras el coro de alabanzas canta su gloria, más de un rubor incontenible debe decirles que, en realidad, hay mucho de falso en ella o es demasiado el precio que en simulaciones y mentiras pagaron por alcanzarla.

 

Página 4 del libro  “Lamarck intérprete de la naturaleza” de  Enrique Beltrán,

México 1945 (Tall. Graf. de la Nación). Tirada de cien ejemplares (100).

Imagen: Palaua morchara (Malváceas) del herbario de Lamarck

 

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Un comentario

  1. «Otros hombres, más dúctiles y adaptables, menos opuestos a los errores y prejuicios de su época, más propensos a ceder y contemporizar, suelen alcanzar la riqueza y sienten sus hombros encorvarse bajo el peso de los honores recibidos.»

    Cuanta razón tiene esto y con que frecuencia se cumple…

    Aunque habría que definir triunfo.

    Normalmente el triunfo no se consigue en vida.

    Como me dijo uno de mis mentores en mi etapa postdoctoral en Estados Unidos lo importante es que lo que dejas a las generaciones que te siguen.

    Cuantos que «triunfan» no dejan nada.

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