El darwinismo ha periclitado. Comentario de un libro de Oscar Hertwig por Ramiro Ledesma, publicado en Madrid el 1 de abril de 1929
El siguiente comentario del libro titulado «Génesis de los organismos», de Oscar Hertwig (Madrid, Espasa-Calpe), por Ramiro Ledesma Ramos fue publicado en La Gaceta Literaria de Madrid, el 1 de abril de 1929.
Hertwig y el postdarwinismo
He aquí un libro de pura biología. Júzguese de su rango y significación por un solo detalle: aparece en una colección de «Ideas del siglo XX» (Espasa-Calpe), que dirige nuestro gran Ortega y Gasset, seleccionador irreprochable. («Génesis de los organismos», de Oscar Hertwig. Espasa-Calpe). Forma parte de esta serie, sin embargo, un libro de Bonola, sobre «Geometrías no euclidianas», cuya inclusión entre libros de Ideas del siglo XX, no podría ser justificada con facilidad. En un libro próximo sobre los Fundamentos filosóficos de estas Geometrías, trato de probar que el espíritu que las informa se enlaza con otras manifestaciones del ochocientos, de filiación vigorosa y estricta.
Como toda teoría científica de amplias márgenes que tiende a una concepción absoluta del universo, el darwinismo ha periclitado. El darwinismo tenía algún sabor a cosa definitiva y conclusa, y ha desaparecido por asfixia entre sus propias metas.
Oscar Hertwig, uno de los biólogos más concienzudos, a quien se deben en los últimos veinticinco años trabajos muy notables de experimentación, ensaya en este libro una seria labor de examen reflexivo acerca de los problemas biológicos del momento. Algún día, no hace muchos años, las investigaciones se polarizaban en dos tendencias irreductibles: la vitalista y la mecanicista, que absorbían por completo, una u otra, la atención de los sabios. Hertwig supera esta dicotomía y se declara partidario de una tercera dirección que él denomina biológica.
Por un lado, es un poco ingenuo que trate de explicarse por medios físico-químicos los problemas fundamentales de la vida. Aparte de que estas ciencias permanecen aún en un estadio casi inicial, de indudable pequeño radio frente a las grandes posibilidades, que las obliga a refugiarse, como denuncia el buen Kolbe «en rebosantes juegos de imaginación», existe una radical imposibilidad que hace poco aptos para la biología los métodos físico-químicos. Esto se patentiza de continuo en Química orgánica, comprobándose cada día mejor una divergencia evidente con la eficacia de los propósitos. No hay forma de representar simbólicamente las complicaciones moleculares que surgen; por ejemplo, los compuestos de diversas proteínas cuando derivan de un complejo superior, en virtud de afinidades de orden biológico.
Por otra parte, pretender aplicar a las ciencias naturales un patrón filosófico a priori, que no puede tener otra validez que la de satisfacer nuestro insobornable afán de ordenación y estructura, no parece tampoco muy fecundo.
Todo gira hoy alrededor de ese mundo maravilloso y microcósmico que es el mundo celular insospechado para el darwinismo, sobre el que se encuentran fijas todas las atenciones. Hertwig ha introducido en Biología el concepto de célula específica y una ley ontogenética sucedánea a base de una de las pocas y auténticas verdades de la biología moderna: es un hecho de riguroso conocimiento experimental que «de una determinada célula sexual se desarrolla siempre con infalible seguridad una sola especie bien determinada de organismos». Aquí, con esta ley, creemos da comienzo la Biología de nuestro tiempo, y significa para ella lo que el concepto de número natural significa para la matemática.
(Este libro de Hertwig ha sido traducido –bien traducido– por Lorente de No, el notable matemático y profesor de Mecánica racional en la Universidad.)
Tomado de la web «La Gaceta Literaria«, número 55, 1 de abril de 1929.
Imagen de Hertwig tomada de El devenir de la Ciencia. Imagen de Ramiro Ledesma Ramos tomada de Hispaniainfo.