Etienne Rabaud critica severamente el párrafo tricentésimo quincuagésimo tercero de El Origen de las Especies

 

La imaginación del autor supera toda elocuencia. Su fe en lo que nadie ha visto ni probado supera toda duda:

 Pero en todos los casos precedentes los insectos, en su estado primitivo, presentaban indudablemente alguna tosca semejanza accidental con algún objeto común en los parajes por ellos frecuentados; lo cual no es, en modo alguno, improbable, si se considera el número casi infinito de objetos que los rodean y la diversidad de formas y colores de las legiones de insectos existentes.

 

Nótese el contraste. Primero: presentaban indudablemente alguna tosca semejanza

 

Después: lo cual no es, en modo alguno, improbable.

 

Pero vamos a ver: siendo indudable, ¿cómo va a ser improbable?

El párrafo acaba de nuevo de manera increible:

Verdaderamente, tendría fuerza la objeción de míster Mivart si tuviésemos que explicar estas semejanzas por simple variabilidad fluctuante, independientemente de la selección natural; pero tal como es el caso no la tiene.

Etienne Rabaud en su libro L’adaptation et l’evolution viene a apoyar firmemente la crítica de Mivart. Destaca  este modo ambiguo de ver las cosas y nos dice:

 

Cette doctrine soulève, à divers points de vue, des objections extrêmement graves [1]. Pour nous borner à celle qui nous importe ici, une simple remarque suffit. Supposons que la ressemblance crée véritablement un avantage et prenons, pour fixer les termes, un animal qui ait l’aspect d’une feuille morte. Cette ressemblance résulte d’une variation qui porte sur une partie seulement des individus d’une espèce; ceux-là seuls qui auront l’aspect feuille-morte se confondront avec le substrat et passeront inaperçus, tous les autres disparaîtront tôt ou tard et nous ne devrions trouver aucun individu de cette espèce qui n’ait l’aspect feuille-morte. Bien mieux, il faudra que l’aspect feuille-morte s’établisse en un seul temps, que les individus deviennent invisibles d’emblée. Car l’invisibilité seule constitue un avantage et elle ne le constituera que si elle est complète. Des « adaptations » successives, qui mèneraient par étapes d’une grande visibilité à l’invisibilité, ne procureraient aucun avantage partiel ; la visibilité persisterait, en effet, et ces individus intermédiaires devraient disparaître, aussi bien que les individus non modifiés. S’ils ne disparaissaient pas, à quoi tiendrait leur persistance, puisque l’amorce de mimétisme ne saurait les dissimuler aux yeux des agresseurs ? A supposer, d’ailleurs, que leur visibilité un peu moindre constitue un léger avantage, devraient-ils disparaître quand surviennent les individus moins visibles encore ? Si le premier « avantage » a réalisé une sauvegarde suffisante, comment la venue d’individus moins visibles encore supprimerait-elle l’effet utile de ce premier avantage ?



[1] Etienne Rabaud, a) Les défenses de l’organisme et la persistance des espèces, Rev. phil., 1917; b) Essai sur la vie et la mort des espèces. Bul. SCI., Fr. Belg. 1917; c) Eléments de Biologie générale, Paris. Alcan. 1920.

Que traduzco:

 

Esta doctrina levanta, bajo diversos puntos de vista, objeciones extremadamente graves. Para limitarnos a lo que nos importa aquí, una observación simple basta. Supongamos que la semejanza verdaderamente crea una ventaja y tomemos, para fijar los términos, un animal que tuviera el aspecto de una hoja seca. Esta semejanza resulta de una variación que ocurre en una parte solamente a individuos de una especie; sólo los que tengan el aspecto de hoja-muerta se confundirán con el substrato y pasarán inadvertidos, todos los demás desaparecerán tarde o temprano y no deberíamos encontrar a ningún individuo de esta especie que no tuviera el aspecto hoja-muerta. Más aún, hará falta que el aspecto de hoja-muerta se establezca de una sola vez, que los individuos se vuelvan invisibles de golpe. Porque la invisibilidad sola constituye una ventaja y lo constituirá sólo si es completa. Las supuestas «adaptaciones» sucesivas, que llevarían por etapas de una gran visibilidad hasta la invisibilidad, no proporcionarían ninguna ventaja parcial; la visibilidad persistiría, en efecto, y estos individuos intermediarios deberían desaparecer, tanto como los individuos modificados. Pero, ….¿Si no desapareciesen, a qué sería debida su persistencia, ya que el cebo de mimetismo no sabría disimularlos a los ojos de los agresores? Al suponer, por otra parte, que su menor visibilidad constituye una ventaja ligera, …..¿ Deberían entonces desaparecer cuando sobrevienen los individuos menos visibles todavía? Si la primera «ventaja» supuso una salvaguardia suficiente, ¿cómo podría ser que la llegada de individuos menos visibles todavía viniese a suprimir el efecto útil de esta primera ventaja?

 

 

353

 

But in all the foregoing cases the insects in their original state no doubt presented some rude and accidental resemblance to an object commonly found in the stations frequented by them. Nor is this at all improbable, considering the almost infinite number of surrounding objects and the diversity in form and colour of the hosts of insects which exist. As some rude resemblance is necessary for the first start, we can understand how it is that the larger and higher animals do not (with the exception, as far as I know, of one fish) resemble for the sake of protection special objects, but only the surface which commonly surrounds them, and this chiefly in colour. Assuming that an insect originally happened to resemble in some degree a dead twig or a decayed leaf, and that it varied slightly in many ways, then all the variations which rendered the insect at all more like any such object, and thus favoured its escape, would be preserved, while other variations would be neglected and ultimately lost; or, if they rendered the insect at all less like the imitated object, they would be eliminated. There would indeed be force in Mr. Mivart’s objection, if we were to attempt to account for the above resemblances, independently of natural selection, through mere fluctuating variability; but as the case stands there is none.

 

Pero en todos los casos precedentes los insectos, en su estado primitivo, presentaban indudablemente alguna tosca semejanza accidental con algún objeto común en los parajes por ellos frecuentados; lo cual no es, en modo alguno, improbable, si se considera el número casi infinito de objetos que los rodean y la diversidad de formas y colores de las legiones de insectos existentes. Como es necesaria alguna tosca semejanza para el primer paso, podemos comprender por qué es que los animales mayores y superiores -con la excepción, hasta donde alcanza mi conocimiento, de un pez- no se asemejan para protección a objetos determinados, sino tan sólo a la superficie de lo que comúnmente les rodea, y esto, sobre todo, por el color. Admitiendo que primitivamente ocurriese que un insecto se asemejase algo a una ramita muerta o a una hoja seca, y que este insecto variase ligeramente de muchos modos, todas las variaciones que hiciesen a este insecto en algún modo más semejante a alguno de tales objetos, favoreciendo así el que se salvase de sus enemigos, tendrían que conservarse, mientras que otras variaciones tendrían que ser desdeñadas, y finalmente perdidas, o, si hacían al insecto en algún modo menos parecido al objeto imitado, serían eliminadas. Verdaderamente, tendría fuerza la objeción de míster Mivart si tuviésemos que explicar estas semejanzas por simple variabilidad fluctuante, independientemente de la selección natural; pero tal como es el caso no la tiene.

 

Lecturas aconsejadas:

 

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