Eugeni d’Ors, quien como veíamos había descubierto allá por los cuarenta del siglo XX el idioma darwiniano o darvinés y su perniciosa influencia en la Historia, indicaba con cierta frecuencia en sus escritos que Darwin, lejos de ser un científico experimental al uso, tendía más bien a ser ejemplo de un sportsman o un cazador.

En cualquier caso y después de haber dado sin lugar a dudas prioridad a su propia herencia antes que a ningún  tipo de transmisión de caracteres al uso en la Ciencia, el caso es que los escritos de Darwin se multiplicaron y, ni su exagerada difusión ni la excesiva celebración de sus aniversarios,  se acompañan del  análisis cuidadoso de sus contenidos.

Cuando uno lee con atención «El Origen de las Especies por Medio de la Selección Natural o la Supervivencia de las Razas Favorecidas en la Lucha por la Existencia»  se lleva algunas sorpresas.  Entre otras cabría la posibilidad de que algún párrafo contenga una amenaza velada para los intereses de  la Ciencia. Pero no nos precipitemos…….

La primera sorpresa consiste en ver que no queda definido lo que pueda ser la Selección Natural. Esto parece no preocupar ni al autor, ni a sus seguidores, los darwinistas.  Si tras múltiples definiciones ambiguas, el primero sale al paso indicando que se trata de la «Supervivencia del más apto» y que con eso debemos contentarnos; por su parte, a los segundos todo les vale y admiten con gusto que la descripción de unos hechos pueda pasar por mecanismo, por proceso y la» Supervivencia del más apto» por teoría científica.

Cuando, entre otras críticas se les indica que «La supervivencia del más apto»  no puede ser teoría científica por ser expresión tautológica, sus respuestas asombran,  pero alguna de ellas procede ya del propio Darwin, quien al exponerla se ponía a sí mismo en evidencia y  en peligro al fundamento de la Ciencia.  Pero antes de explicar tan graves acusaciones expliquemos de nuevo y por enésima vez por qué la Selección Natural, ese ente indefinido y utilizado como as en la manga o comodín en manos de este sportsman, no vale como teoría científica por ser una tautología.

Simplemente, es imposible diseñar un experimento o pensar en una posible observación de la naturaleza cuya conclusión sea: “En este caso y por una vez, no sobrevivieron los más aptos”. Tan imposible eso como imposible es demostrar visión en ausencia de luz alguna o quietud moviéndome. Los más aptos, por serlo son los que sobreviven.

Verdad absoluta, si se quiere, si. Pero verdad de Perogrullo, razonamiento circular y por tanto ni demostrable ni refutable. Pero de esto ya se ha hablado abundantemente (por ejemplo aquí y aquí).  Lo nuevo hoy es la contra-argumentación darwinista y esa la tenemos de dos tipos. Veamos:

En primer lugar, ejemplificado ayer en Joaquín, el argumento es: Yo no entiendo de Filosofía ni de Lógica, más si sé que sobreviven los más aptos. Esto es verdad y por lo tanto la Selección Natural es una Teoría Científica.  Argumento o contra-argumento que está basado exclusivamente en la falta de conocimiento, en el no distinguir entre verdades (concepto que en su uso corriente no vale mucho en Ciencia) y Teorías científicas (explicaciones que hay que demostrar experimentalmente). Este argumento nos lleva directamente a reconocer que el darwinista es creyente en la Selección Natural y que en apoyo de tal creencia se mantiene la base firme de toda creencia: Credo quia absurdum.

El segundo argumento es más antiguo y peligroso y en él reside la amenaza encubierta a la reina en el palacio de cristal. Pretende secuestrar a la Ciencia y procede del propio Darwin quien en un párrafo ejemplar del Origen indica:

En el sentido literal de la palabra, indudablemente, selección natural es una expresión falsa; pero ¿quién pondrá nunca reparos a los químicos que hablan de las afinidades electivas de los diferentes elementos? Y, sin embargo, de un ácido no puede decirse rigurosamente que elige una base con la cual se combina de preferencia. Se ha dicho que yo hablo de la selección natural como de una potencia activa o divinidad; pero ¿quién hace cargos a un autor que habla de la atracción de la gravedad como si regulase los movimientos de los planetas? Todos sabemos lo que se entiende e implican tales expresiones metafóricas, que son casi necesarias para la brevedad.

Pero, tanto Darwin como quienes utilizan este argumento en defensa de la Selección Natural, se equivocan de medio a medio, porque si bien es cierto que la ciencia utiliza abundantemente metáforas, también lo es que el soporte de la ciencia no son hoy las metáforas sino los experimentos, realizados para comprobar o rechazar hipótesis o teorías y sólo así, servir de  soporte a metáforas.

Detrás de las afinidades de los elementos hay muchos años de dura experimentación y de hipótesis descartadas. Detrás de la atracción de la gravedad no hay sólo una metáfora vacía o necesaria para la brevedad, está la  preocupación secular por explorar las magnitudes de la naturaleza y sus relaciones. La atracción gravitatoria explica que yo esté de pie o sentado en función de mi masa corporal, la masa de la tierra y nuestra proximidad. No es sólo una metáfora.

Decir que la Selección Natural es una metáfora y por ello igualarla con la atracción gravitatoria o con las afinidades de los elementos químicos no sólo supone dar la ventaja de un fondo científico inexistente a la primera, sino lo que es peor, significa rodear de una ambigüedad injusta a los verdaderos elementos de la ciencia.

Podría Darwin haber seguido desarrollando su lista y haber comparado a la Selección Natural con conceptos o teorías ya en boga en la Historia Natural de su época, como los factores responsables de la herencia que Mendel acababa de descubrir. Puede que estuviese al corriente de los experimentos de Mendel y quizás no le pareciera adecuado entrar en ese tema años después de la publicación de la primera edición del Origen…… Podría también,  con el correr de los años haber comparado su Selección Natural con los agentes microbianos causantes de enfermedades de Pasteur o con las “metáforas” empleadas por Claude Bernard en su análisis de la fisiología humana y de los procesos digestivos. En todos estos casos encontraría metáforas: unas con fundamento y otras sin él.  Hacerlas parecer equivalentes, tratándolas a todas por igual sería un engaño y una amenaza para la Ciencia.

Si resulta difícil saber con exactitud hasta dónde habría podido llegar Darwin en sus comparaciones, las de los darwinistas del siglo XX podrían haber incluido también la Teoría Neuronal de Cajal y la metáfora de la neurona, o el descubrimiento del material hereditario y la metáfora del ADN.  El principal problema, ajeno para el sportsman y remotamente alejado de los puntos de vista darwinistas es que algunas expresiones metafóricas encierran un contenido importante mientras que otras carecen de él.

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3 comentarios

  1. Hacía tiempo que no me pasaba por aquí. Disculpe que comente así, tan de imprevisto, pero es que el vídeo del que ofrezco link a continuación (quizás ya lo haya visto), no tiene desperdicio: http://www.youtube.com/watch?v=PktUzdnBqWI

    ¿Para qué van a saber de filosofía los mismos filósofos pudiendo tirar de tautología darwinista?

    (a final, como casi siempre digo, «qué lástima» que Darwin no pudiera mirar un poco más arriba que, al final, no hubiéramos tenido ni explicación del porqué los agujeros negros engullen y engullen, por ejemplo… selección natural hubiera podido ser el comodín, qué mal están estos físicos)

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